“Para que el carácter de un ser humano excepcional muestre sus verdaderas cualidades, es necesario contar con la buena fortuna de poder observar sus acciones a lo largo de los años. Si sus acciones están desprovistas de todo egoísmo, si la idea que las dirige es de una generosidad sin ejemplo, si sus acciones son aquellas que ciertamente no buscan en absoluto ninguna recompensa más que aquella que dejar sus marcas visibles; sin riesgo de cometer ningún error, estamos entonces frente a un personaje inolvidable.”
Con estas líneas empieza la novela publicada en 1953 por Jean Giono “El hombre que plantaba arboles”. “L’homme qui plantait des arbres” en francés, que fue traducida a varios idiomas y distribuida de forma gratuita.
El narrador de la historia es un hombre que permanece anónimo durante todo el relato. La historia comienza en el año 1910, cuando el narrador hace una travesía en solitario a través de la Provenza, en Francia, cerca de los Alpes cuando se queda sin agua en un valle sin árboles, desolado, donde sólo crece lavanda silvestre y no hay rastro de civilización, excepto por un pueblo desmoronado. El narrador es salvado por un pastor de mediana edad que le lleva a una fuente que conoce.
El pastor, Elzéard Bouffier, explica al narrador que, tras quedar viudo, decidió restaurar el paisaje del valle cultivando un bosque, árbol a árbol. El pastor, hace agujeros en el suelo con su bastón y planta bellotas recolectadas.
El narrador es llamado a filas en la Primera Guerra Mundial. En 1920, traumatizado por la guerra, vuelve. Se sorprende al ver árboles jóvenes de todas las formas echando raíces en el valle y fuentes correr a través de él, se sorprende de la paz y la belleza del valle y continúa visitando a Bouffier cada año. Bouffier, que ya no es pastor, se ha convertido en apicultor preocupado porque las ovejas pudieran dañar a los nuevos árboles.
Durante más de cuatro décadas, Bouffier continúa plantando árboles, al final de la historia, el valle vibra de vida. El valle recibe protección oficial después de la Primera Guerra Mundial (sin saber que la asombrosa repoblación no es de origen natural). Más de 10.000 personas se trasladan allí, todos ellos sin saber que deben su felicidad a Bouffier.
El narrador visita a Bouffier ya muy viejo por última vez en 1945. En un hospicio de Banon, en 1947, el hombre que plantaba árboles fallece.
El señor Valdeyron, director del Departamento de Aguas y Bosques, en 1957 se preguntó lo mismo que muchos al leer el texto: “¿quién fue este ser humano excepcional?”
He aquí el texto de la carta que Giono escribió al señor Valderyon haciendo referencia a esta pregunta.
“Querido Señor,
Siento mucho decepcionarlo, pero Elzéard Bouffier es un personaje inventado. El objetivo de esta historia es el de hacer amar a los árboles, o con mayor precisión: hacer amar plantar árboles (lo que después de todo, es una de mis ideas más preciadas). O, si se considera por el resultado; el objetivo es obtener el mismo resultado de nuestro personaje imaginario. El texto que usted ha leído en «Trees and life» ha sido traducido al Danés, Finés, Sueco, Noruego, Inglés, Alemán, Ruso, Checoslovaco, Húngaro, Español, Italiano, Yiddish y Polaco. Cedo mis derechos gratuitamente a todas las reproducciones. Un americano me ha buscado recientemente para solicitarme la autorización para hacer un tiraje de 100 000 ejemplares del texto que van a ser repartidas gratuitamente en América (algo que tengo bien entendido y aceptado). La Universidad de Zagreb ha hecho una traducción al Yugoslavo. Este es uno de los textos que he escrito de los que me siento más orgulloso, porque cumple con la función para la que fue escrito. Dicho sea de paso, esta historia no me aporta ningún céntimo. Si a usted le es posible, me encantaría que pudiéramos reunirnos para hablar precisamente de la utilización práctica de este texto. Yo considero que es ya el tiempo de que hagamos una política favorable al árbol, a pesar de que la palabra política parezca bastante mal adaptada. “
Muy cordialmente Jean Giono
Como contaba el narrador, Eleazar Bouffier, aunque ficticio, es un ser humano excepcional, al mismo nivel que Jean Giono que ya en 1957 pretendía con su escrito “hacer amar plantar árboles.”
En palabras de José Saramago «Elzéard Bouffier jamás existió, pero lo estamos esperando antes de que sea demasiado tarde para el mundo”.
Jordi Cuyàs Sierra
CTO Belloch Forestal